Por Chris Beaton
El 6 de enero de 2013, un día después de cumplir 45 años, un fuerte dolor abdominal me llevó a la sala de emergencias y los médicos me encontraron un tumor en el colon. Una semana más tarde me diagnosticaron cáncer de colon en estadio IIIa. Para el verano estaba en camino a la recuperación gracias a los 12 tratamientos de quimioterapia con los doctores Charles Fuchs, MD, MPH y Andrea Enzinger, MD. Pero en mi cita de seguimiento de enero de 2014 recibí una mala noticia: mi cáncer se había extendido al hígado.
El 6 de enero de 2013, un día después de cumplir 45 años, un fuerte dolor abdominal me llevó a la sala de emergencias y los médicos me encontraron un tumor en el colon. Una semana más tarde me diagnosticaron cáncer de colon en estadio IIIa. Para el verano estaba en camino a la recuperación gracias a los 12 tratamientos de quimioterapia con los doctores Charles Fuchs, MD, MPH y Andrea Enzinger, MD. Pero en mi cita de seguimiento de enero de 2014 recibí una mala noticia: mi cáncer se había extendido al hígado.

Mi primer pensamiento fue que me iba a morir. Dejé de hacer planes para el futuro y tuve algunos altibajos emocionales. La Dra. Enzinger, me recomendó un medicamento para la ansiedad y un antidepresivo, a lo cual me resistí. Puedo ser bastante testarudo y pensé que podía arreglármelas solo. Las reuniones periódicas con mi trabajador social, Bruce MacDonald, LICSW, y con el grupo de apoyo en Dana-Farber/Brigham and Women’s Cancer Center, en Milford Regional Medical Center me ayudaron, y poco a poco empecé a aceptar la realidad de mi situación. Era posible que me muriera antes, pero no sabíamos cuándo, y yo tenía la responsabilidad conmigo mismo, con mi esposa y mis dos hijas, de seguir adelante con mi vida.
Más adelante, en noviembre de 2014 recibimos más malas noticias. Me encontraron dos tumores inoperables en los pulmones. Fue entonces que acepté la sugerencia de la Dra. Enzinger y empecé a tomar medicación para ayudarme con el estado de ánimo. El cáncer puede hacer que sintamos ira; es normal. Pero yo sabía que no quería descargar mi enojo ni con mis compañeros de trabajo ni con mi familia. Quería facilitarles las cosas a todos, incluso a mí mismo. La medicación, los grupos de apoyo y los consejos de Bruce, especialmente con respecto a cómo hablar con mis hijas, que en el momento de mi recaída tenían 9 y 12 años, me ayudaron enormemente. Además, recibí mucho apoyo de varias personas de mi edad que lamentablemente se encontraban en circunstancias similares. Mis hijas tienen amigas que están atravesando situaciones parecidas y tienen con quién hablar de cosas que tal vez les resulte incómodo conversar con mi esposa y conmigo.
Al principio, llevamos a las niñas al Instituto Dana-Farber, en Boston, para que vieran que no voy a un lugar donde la gente se muere sino donde la gente vive. Eso ayudó a normalizar un poco la situación y ahora nos reímos por el humor de la tragedia. Si mis hijas me quieren tomar el pelo, amenazan con pincharme el sitio de la vía central. Otras veces yo uso la vía para fastidiarlas y darles asco. Hablar de eso no es tabú.
Pensar en mis hijas y en su futuro ha sido una de las partes más difíciles de esta experiencia. Imaginarme todo lo que me voy a perder —graduaciones, casamientos, nietos— es bastante difícil. Algo tan simple como una canción en la radio me puede hacer pensar en mi futura ausencia, pero estoy decidido a sacarle el mejor partido a la situación y a pasar la mayor cantidad de tiempo posible con ellas.
Desde mi última recaída, mi familia y yo hemos ido a Tennessee, a St. Thomas y a Disney World, y pronto vamos a hacer un viaje en un crucero. Estas son cosas que hace un año o dos no hubiera hecho. Me hubiera dedicado a lamentarme y a tenerme lástima. Ahora, en cambio, aprovechamos cualquier oportunidad para hacer cosas juntos. La quimioterapia está dando resultado, pero nadie sabe por cuánto tiempo más, así que pienso vivir mi vida como si fuera una solución que durará por siempre.
Nuestro programa Family Connections (Conexiones Familiares) ofrece recursos y consejos para padres con cáncer. Si quiere información sobre este programa, póngase en contacto con su equipo médico o trabajadora social.
Más Recursos
La Alianza Contra el Cáncer del Colon
Coalición Nacional de Investigación del Cáncer Colorrectal (solo disponible en inglés)
Más adelante, en noviembre de 2014 recibimos más malas noticias. Me encontraron dos tumores inoperables en los pulmones. Fue entonces que acepté la sugerencia de la Dra. Enzinger y empecé a tomar medicación para ayudarme con el estado de ánimo. El cáncer puede hacer que sintamos ira; es normal. Pero yo sabía que no quería descargar mi enojo ni con mis compañeros de trabajo ni con mi familia. Quería facilitarles las cosas a todos, incluso a mí mismo. La medicación, los grupos de apoyo y los consejos de Bruce, especialmente con respecto a cómo hablar con mis hijas, que en el momento de mi recaída tenían 9 y 12 años, me ayudaron enormemente. Además, recibí mucho apoyo de varias personas de mi edad que lamentablemente se encontraban en circunstancias similares. Mis hijas tienen amigas que están atravesando situaciones parecidas y tienen con quién hablar de cosas que tal vez les resulte incómodo conversar con mi esposa y conmigo.
Al principio, llevamos a las niñas al Instituto Dana-Farber, en Boston, para que vieran que no voy a un lugar donde la gente se muere sino donde la gente vive. Eso ayudó a normalizar un poco la situación y ahora nos reímos por el humor de la tragedia. Si mis hijas me quieren tomar el pelo, amenazan con pincharme el sitio de la vía central. Otras veces yo uso la vía para fastidiarlas y darles asco. Hablar de eso no es tabú.
Pensar en mis hijas y en su futuro ha sido una de las partes más difíciles de esta experiencia. Imaginarme todo lo que me voy a perder —graduaciones, casamientos, nietos— es bastante difícil. Algo tan simple como una canción en la radio me puede hacer pensar en mi futura ausencia, pero estoy decidido a sacarle el mejor partido a la situación y a pasar la mayor cantidad de tiempo posible con ellas.
Desde mi última recaída, mi familia y yo hemos ido a Tennessee, a St. Thomas y a Disney World, y pronto vamos a hacer un viaje en un crucero. Estas son cosas que hace un año o dos no hubiera hecho. Me hubiera dedicado a lamentarme y a tenerme lástima. Ahora, en cambio, aprovechamos cualquier oportunidad para hacer cosas juntos. La quimioterapia está dando resultado, pero nadie sabe por cuánto tiempo más, así que pienso vivir mi vida como si fuera una solución que durará por siempre.
Nuestro programa Family Connections (Conexiones Familiares) ofrece recursos y consejos para padres con cáncer. Si quiere información sobre este programa, póngase en contacto con su equipo médico o trabajadora social.
Más Recursos
La Alianza Contra el Cáncer del Colon
Coalición Nacional de Investigación del Cáncer Colorrectal (solo disponible en inglés)